El último pastel de manzana

Estaba esperándolo mientras comía mi carrot cake con frapuccino. Apareció y fue raro. Sentí que el tiempo no había pasado hasta que conversamos. Él seguía igual. Mismos pensamientos, mismas acciones, pero diferentes gustos. Quiso probar otro postre. Al inicio me sentí aliviada por estar del otro lado de la mesa. Él seguía convencido de que yo cometí un error y le pedí perdón, no por creer que me equivoqué, sino por lo que pudo sentir a raíz de mi decisión. Era mi amigo, era. 

A veces uno se queda con los recuerdos bonitos y olvida por qué las historias terminan. A veces siento que estoy en deuda y eso te ata a una eterna gratitud. A veces solo hay que decir 'gracias' y continuar. Yo tenía claro que deseaba otro cuento para mi vida. Él quería vivir historias paralelas. 

No lo juzgo, pero tampoco lo comparto. "Ordena tu vida y te sentirás mejor" le dije. Yo venía de error tras error hasta que, de repente, tuve una prueba gratis de lo que es un vínculo honesto. Me gustó. Sentí tranquilidad. Me quise quedar ahí, estaba cómoda y feliz, pero las pruebas gratis expiran. Cuando dicen que las personas llegan para enseñarte algo e irse. Lo confirmo. 

Terminé mi frapuccino, empezó a llover. Él compró pasteles de manzana para llevar. Estaban calientitas, agradables, con las horas perdieron el sabor. Esa es la realidad. Una amistad insostenible, que iba a diferentes direcciones y que aún no sanaba muchas heridas. Yo no guardaba ningún rencor por las acciones que él cometió y me lastimaron, lo perdoné. Él seguía incisivo, me señalaba por vivir una historia con el que consideraba su amigo. 

Cuando una decisión te hace feliz y no lastima a nadie, más que en el ego. No tengo por qué arrepentirme. No lo haré. Eso es algo que él no puede aceptar. Discutimos. Fue insoportable. Caminamos a la plaza para comprar un té piteado y calmarnos. Nos sentamos en la banca más cercana frente a la pileta. Había silencio. 

- Me siento extraña, incómoda. Le dije

- Yo también. Respondió

- Esto no está bien. Si tienes que mentir para sentarte a conversar conmigo, es porque no está bien. 

Creo que solo queríamos vernos después de medio año y situaciones inconclusas. Él quería cerrar su libro. Yo ya lo tenía cerrado, igual acepté encontrarnos. No sabía hasta que punto era buena idea. En ese momento me di cuenta. Estaba cansada de sus mentiras, de mis mentiras. Nunca fue una relación con compromiso y no entiendo por qué le duele tanto escuchar eso, si ambos nos engañamos. 

Extrañé tanto esos meses en los que sentí paz, en los que por primera vez fui sincera en todo momento. No tenía nada que esconder, era libre de querer bonito y lo hice. Extrañé mi prueba gratis de 6 meses, porque sé que no volverá a suceder. 

A mí la culpa me enseñó a ser responsable de no cometer los mismo errores. A él, no sé. Me invitó el último pastel de manzana, estaba frío. No lo comí. Me levanté y me despedí. Él hizo lo mismo. Había una atmósfera tensa que no tenía solución. Cada uno debía resolver sus heridas, no todas las conversaciones llegan a buen puerto. Algunas, como esta, terminan peor de lo que empezaron. 

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares