Día 138

Coloqué mi playlist para pintar, llené mi copa de vino, me senté y sentí paz. No había planificado qué colores usar ni por dónde comenzar. Dejé que mis emociones fluyan en el pincel y que estas dirijan mi camino. A esto le llamé "Aprender a estar sola". Estaba muy equivocada. Descubrí que saber estar sola no es mantenerte ocupada por unas horas o poner música de fondo para llenar un espacio.

Me eché en mi cama en completo silencio y las maderas que la sostenían, se cayeron. Mi cama se convirtió en hamaca. Intenté sacar el colchón y colocarlas. Me eché y se volvió a caer. No puede ser tan malo dormir con la espalda doblada. Me motivé. Quise entrar a mis redes sociales pero no tenía conexión, tampoco entraban las llamadas ni mensajes. Qué hago.

Son esos minutos que se hacen horas. Intenté dormir, no funcionó. Busqué un dimenhidrinato, no encontré. De fondo escuchaba el sonido de la oveja, el chanchito, las cabritas. No es nada relajante. Romantizar la naturaleza cuando no vives en ella, es un error. 

Se supone que yo sabía estar sola. Siempre me jactaba de preferir convivir conmigo misma alejada del ruido de la ciudad y sin humanos. Hasta este momento. Donde mi única opción era coexistir con la soledad. Mis pensamientos comenzaron a atormentarme. De forma desordenada aparecían uno tras otro. Me cuestioné mil veces. Lloré sin motivo aparente. Cogí mi celular y empecé a escribir, al menos aún servía para eso.

No llegué a ninguna conclusión. No encontré en el silencio la solución a mis problemas. Menos sentí tranquilidad. Solo sobreviví a mí misma. Algo que sí aprendí es que nunca más volvería a decir que la soledad, que esta soledad, es 'bonita'. La vida me dio una bofetada de realidad. 

Ya voy en el día 138 y logré dormir sin pensamientos invasivos y con el armonioso cantar de las cabritas. El proceso aún es difícil pero momentos felices siempre existen. 

¿Ya aprendí a estar sola? No lo creo.
 

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