Las risas nunca faltan
Me lavaba la cara e intentaba desaparecer mis ojos de panda por dormir maquillada. De repente, escuché el sonido de mi ukulele. Salí chorreando agua y estaba él, sentado en el borde de su cama, tocando nuestra canción. Se paró, caminó hacia mí y secándome la cara, me dijo "Si tú quisieras esta noche ir a bailar un chachachá, yo te puedo enamorar". Cogió mi mano y bailamos sin fondo musical, solo con mi voz no melódica e improvisando la letra.
Eso somos, momentos. Eso éramos.
Bajamos para preparar algo. Él es especialista en hacer limonada con 1kg de limones. Entre más ácido, más rico, dice. Yo no estaba en mis capacidades para cocinar, así que lo dejé improvisar con el Ajinomen, pero le daba indicaciones para que sea comestible. Él se molestaba. "Yo sé cómo se hace Verónica, déjame". 3 minutos después, la sopa se estaba derramando. Me acerqué a ayudar pero se enfadó más, así que me fui a la mesa a esperar el resultado. Había tensión, pero se rompió cuando me sirvió emocionado y le dije que estaba rica, pero la vomité.
Después de 1 hora cocinando, sí, una hora. Yo vomité su esfuerzo. Me acompañó corriendo al baño y sujetó mi frente, boté hasta mi alma y se atoró su lavadero. Me llevó a su cama para descansar, y él se quedó a limpiar mi desastre. Gracias, le dije. Lo abracé. Él siempre está, molesto o no, para secar mi llanto o calmar mi ansiedad. Yo siempre estoy para escuchar lo que siente y que esa molestia no dure más que los buenos momentos. Porque somos un equipo. Eso éramos.
Mi recuperación no demoró mucho, al rato y ya quería comer. Esta vez sin vomitar. ¡Pizza! y ¿vino? por qué no. Realizamos nuestra investigación culinaria para encontrar un lugar nuevo y rico. Pedimos 2 pizzas Popolos, las comimos con desesperación. Se supone que era con el vino, pero el hambre no pudo esperar. Dejamos lo divertido para el final, coloqué una bachata e hicimos cualquier cosa menos bailar bachata, pero las risas nunca faltan.
Era mi zona segura, era mi amigo. Entendía mis crisis ansiosas y sabía cómo calmarlas. Podía cruzar 5 distritos para quedarse a mi lado y darme un abrazo. Le di la libertad que quería, porque las personas no nos pertenecen. Lo quise de una forma no romántica, lo amé como se ama a tu familia. Era un vínculo diferente que solo ambos comprendíamos y no teníamos que explicar. Nuestra base era la sinceridad, algo tan sencillo como no mentirnos en lo que sentimos. A veces duele, pero no hay peor dolor que la deslealtad, eso te apuñala el alma.
Te destruye y confunde, se acaba el respeto y el amor por sí solo no vive, se irá diluyendo en el tiempo. Al mismo tiempo que los recuerdos. Así es como en cuestión de minutos algo que costó años construir, se derrumba, pero el dolor queda y las risas empiezan a faltar.
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