Las amapolas de Van Gogh

Yogurt griego de frutos del bosque, sin miel ni trigo, con el cual jugaba como si fueran meteoritos, sin risas ocultas en regaños, sin tantas cosas que parecían divertirme. Hasta olvidé la coreografía que solía bailar o al menos dar la impresión. Siento que perdí muchas partes de mí por la pretenciosa idea de madurar, tanto que ahora el sol no me embriaga al mirarlo, ni puedo cantar mientras doy vueltas por los caminitos angostos que hay para llegar al mar. Le di clic al botón 'borrar' sin filtrar esos momentos y se llevaron pedacitos de mi corazón de fruta. 

Quiero de regreso mi jarrón de amapolas rojas, no era necesario tirarlas al tacho. Quiero mis fotos del paisaje con nieve. Quiero la terraza de café por la noche. Quiero estar ahí, a tu lado mirando el mar oscuro con los destellos de los faroles a los lejos, reflejados en el sonido de las olas. Por un segundo ser tu bilocacionista (aunque no sé si ese término existe) para viajar a un mundo en el que los peces fosforescentes salten y las medusas naranjas superen esos 7 metros y vuelen.

Podemos viajar muy lejos si estamos juntos, más lejos que los cuadros de Van Gogh.

- Qué prefieres ¿el sol o la luna?_ Pregunté
- La luna porque me da paz
- ¿Y entre el círculo y el cuadrado?
- El cuadrado, me gusta la almohada con puntas_ Nos reímos
- Y si te pregunto por el momento más feliz de tu vida
- Pues quisiera que sea esta noche estrellada, junto al mar, el día más feliz de nuestras vidas.
- Y lo velaría con ultramarino, es el tono más difícil de lograr, como este momento.

Sujetamos nuestras manos y espero no soltarnos. 

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