Ojo a ojo me asusté



Nos reímos no sé de qué, nada importante quizás, me dio la mano y le dije no me quieres, me sujetó más fuerte, le dije ahora sí, y mucho. Nuestro tiempo estaba por terminar, salíamos del cine pero yo quería alargarlo más, así que le pedí ir a ver unos labiales, él sabía que no compraría ni uno, porque no uso, sabía que era un pretexto y aceptó.

A continuación sucedieron dos cosas inesperadas en dos tiempos diferentes. Primero, en cámara lenta mientras nuestras risas volvían a su estado natural, vimos a una pequeña criatura (comparada con su acompañante) no le hubiera tomado suficiente interés hasta que la miré otra vez, los segundos fueron eternos, tanto así que me dieron tiempo para observarla detenidamente y divagar si era o no era.

La segunda acción inesperada fue mi risa descontrolada. Aparentemente me dio un mini shock ¿Ella era...? me preguntó atónito al verme en éxtasis total, le dije sí entre balbuceos. Ah ya, fue su respuesta, sin una nota vocal más arriba o abajo de lo normal, mientras que yo no paraba de reír durante todo el camino hasta el estacionamiento.

¡Mira, mira! Así, fue. Imité la impensable escena, que no tenía nada de extraordinaria, Lima es pequeña, en cualquier momento podía pasar, pero yo magnifiqué el momento. Él insistía para que me calme, aún sin entender mi reacción. Probablemente fueron nervios de encontrarme con su ex frente a frente o mejor dicho ojo a ojo, ya que rebasaban su cara. Me asusté.

En realidad, estaba asombrada de que ella fuera la chica con la que duró medio año, (en Facebook se ve diferente) no entraré en detalles pero me decepcionó, me sentí ofendida. ¿En serio Rodrigo? ¿Por ella? Ahora entiendo cuando me decías que era buena persona. Lo deduje de inmediato cuando la vi.

Muy serio respondió, Verónica, no te burles, no sabes qué puede pasar más adelante. Fue su frase ametralladora, que por supuesto no detuvo mi risa desbordante. Hasta que frenó con brusquedad, y reaccioné, rebobiné los hechos, el silencio me invadió.

     ¿Ahora qué sucede? preguntó desconcertado.
     Nada, todo bien...
     Te estabas riendo, ahora estás callada y para ti eso es estar bien. Añadió.
     Todo bien, de verdad.
     Por favor dime qué te pasa. Su voz ya denotaba desesperación

Yo no sabía qué me sucedía, no me sentía mal, tampoco bien, solo me llene de dudas irrelevantes cuyas respuestas ya las sabía, pero escucharlas sería tranquilizante.

     ¿Me quieres? Pregunté
     Mucho y te lo repetiré las veces que sea necesario.

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