Una vaina loca

Amén

Apostaron al tiempo casarse y aceptó. 

De blanco en la iglesia o de rojo en el campo, con 100 o 20 invitados, tarjetas de manzanas o en secreto con los más cercanos. Falta ajustar algunos detalles poco importantes. Vero decidió casarse aunque aún no se lo proponen, sin embargo intuye que pronto lo hará. Quizás con un tulipán en la mano o desde un parapente volando. 

Siempre se preguntó de dónde nace tanta seguridad de querer vivir por siempre a su lado, de ser Rodrigo el indicado. Lo descubrió un sábado por la tarde, cuando estaba chorreada en su sillón y escuchaba una vaina loca que supuestamente la lleva a la gloria y ratatá. Vero sentía presión en la garganta, tenía que verlo, y sin motivo él llamó. 

Apareció sin humo de por medio. Entonces por qué Rodrigo. Porque es el único que reconoce los códigos de Vero en el silencio: 

Charlie ¿me copias? te necesito. Cambio y fuera _ella pensó

Te copio Alcón Rojo, iré a tu rescate_ él adivinó